Los finales y los comienzos de año tienen una peculiaridad innegable: son momentos en los que todo el mundo se para a revisar su vida, el último año y a expresar deseos para el que se inicia. A fin de cuentas cada nuevo año, es como renovar la agenda, es una página o muchas páginas en blanco donde todo está por escribir. Por eso los aconticimientos que se enmarcan en esos días finales y en los iniciales paracen tener una trascendencia más intensa que en otras fechas. En medio de los buenos propósitos para el año incipiento quedan salpicadas noticias desagradables e impactantes que a algunos, como a mí, nos parecen horrorosos.
Hoy quiero destacar dos: el ahorcamiento de Sadam Hussein y el atentando de ETA en el aeropuerto de Madrid.
De la primera, sólo puedo decir que esa glorificación de la horca de un dictador me parece un espectáculo lamentable. Esa facilidad en aceptar la pena de muerte está detrás del entramado de la propia noticia, ya hay hasta muñequitos que reproducen al dictador con la soga al cuello. No voy a entrar en el mal gusto del muñeco en cuestión, pero sí en que quizá no fuera necesario matarle. Cometió sus crímenes y fue juzgado por ello, era preferible una cadena perpetua para que rumiara sus crímenes o su fracaso, a esta exaltación vengativa por su ejecución. ¿Nos hemos olvidado de que somos un país que no aprueba la pena de muerte en su constitución?
La segunda, y ésa sí, lamentable noticia, es el atentado y la certeza periodística de que eso dinamita el proceso de paz. Por una vez que el proceso parecía serio, que había voluntades, aunque no todas, de llevarlo hacia adelante, de dar carpetazo de una vez por todas a los atentandos de ETA, parece que todo ha vuelto a lo de siempre. Todavía ahora, que escribo esto, me resisto a creerlo, a aceptarlo, pero me parece que es un feo fin a un proceso en el que muchos habíamos puesto nuestra esperanza. No quiero seguir escribiendo sobre una banda por la que no tengo ninguna simpatía, y tampoco quiero seguir escribiendo sobre la sinrazón de tantos próceres de este país que han boicoteado el proceso de paz y hoy deben frotarse las manos. Me pregunto, sin muchas esperanzas, qué piensa la gente de la calle, la gente común, todos los que compartimos un mismo deseo de que la banda deje de matar. Ya nos habíamos acostumbrado a los recuentos de víctimas por la violencia de género, por accidentes de tráfico, ¿hemos de volver ahora a los de las víctimas de ETA?
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